¿Cuál es el resultado de una ecuación
Donde se
sustraen los Otros, sus rostros, las manos,
Cada una de
sus palabras y gestos, las torpes o gráciles formas?
¿Cómo
sortear el precipicio ultimísimo que somos
Sin
atiborrar las alacenas de imágenes, de recuerdos,
De especias
en frasquitos de colores?
¿Dónde
doblar y dónde seguir derecho en este laberinto
De sombras
y techos y nada y peces y paces,
Si el
cordel que guiaba se coaguló en un suspiro?
¿Cuándo se
da la treceava campanada en un cerebro
Arrinconado
contra sus humedades, como piezas de dominó
Que cayeron
una a una para levantarse jamás nunca?
¿Por qué el
vacío, ese padre terrorífico de todas las pesadillas,
Sabe tanto
de las mesas que se sirvieron
En honor al
encuentro y a las pérdidas más dolidas?
¿Quién…?
Pregunta impensable, dentro de tanta soledad
Es
quebrajoso hablar de terceras personas,
De segundones,
de reflejos, de plurales, de enemigos.
Una
ausencia,
Enclavada
más adentro que los huesos,
-Como una
brújula motriz o un reloj cuyas manecillas
Son el
destino carcelero y la fortuita coincidencia.-
Es
suficiente respuesta a una pregunta ontológica.
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