Deja que beba de tus solsticios
Como un jardín de peces que sólo tiemblen por inocentes.
Aquel niño que trabó con fuerza
Ya no pasará la llave bajo la puerta.
Pues ha habido un viento
Sacudiendo mis añejas banderas.
Lo hubo, como también hubieron
Sedales atrapando promesas solapadas y vívidas excusas.
II
Estos desvelos fotografían
Sometimientos de tu tectónica.
Ademanes de tolerancia y genuflexiones joviales.
Le dije que no era el responsable
De tales esponsales catastróficos.
Golpéame,
A ver si reacciono.
Júrame que echas de menos sus deslices
De claveles y medusas.
Ruégame que le fabrique dos manos
A ver si te acarician su piedad
O todas las distancias.
III
Un lugar: esta soledad.
Un tiempo: nuestras llagas.
Una profundidad: feudos hon(ro)rosos.
Una altura: tus poesías mentir/antes.
Un ancho: los días infieles.
Un peso: quizás mi destino.
IV
Nos pueblan la piel.
Un millar de islas diminutas atestiguan
El peregrinaje de las épocas diamantadas.
Sobre la grieta de los espejos cicatrizan las partidas.
Palabras que escabullen, somos
Víctimas de aquellos mandatos que cada vez imparten menos.
Invasiones de sésamo astillan a la gente desprevenida,
Como una maraña de aguijones que se hacen suavemente cadena.
V
Un recuerdo.
Cartografía de las humedades
Que habitan los libros más consultados
De estas laberínticas biblotecas.
El pozo de agua seco que derramaba sus reflejos
Sobre el fuego y la sombra.
Ocho minutos de sol desde los destellos de la luna.
Ecos de colores amontonados en los zaguanes
Como almohadones de arrancadas hojas frescas.
Invocacioens al futuro más eximi de terceros dañados.
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