Indefenso, alzo mi golpe.
Como un firme asentamiento de ínfimas proezas.
No fallará mi estocada, no vacilará mi impulso.
Esta es la vida que borbotea hasta rebalsar nuestras copas de muerte.
Bébeme de nuevo, parados bajo la lluvia.
Montajes de paciencia se desdibujan en el horizonte.
Ese delito requerido carcome las esquinas de mis vendavales.
El quejido rasposo de unas uñas en el vitral rompe el conjuro de lo etéreo.
No hay momento dónde huir de tanta melodía, ni hay fuerza posible
De borronear tales condescendencias.
Como el antídoto exacto que se sirve de ofrenda
Al cadáver envenenado, como la cándida hogaza
Que se cae a la lumbre para sentirse abrazada.
Busco en callejones fríos algún tipo de respuesta,
Más allá del vapor de mi aliento arrebatándose de mí.
Por fin suena mi canción en cada frecuencia
Y ahora, ay de mí,
Prefiero la estática.
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