Agosto del noventaidós, o viceversa.
Vos llevabas entre cinco y cincuenta ciclos lunares
De existencia láctea en la Vía Humánica.
Yo ya me desheredaba de un mundo
-¡Tan temprano, prematurísimo!-
Porque él jamás me había planeado.
Era bastardo de un Universo
-Implosivo e impulsivo-;
Como yo, una micromolécula cauterizada
En el divagar interminable de las estaciones.
Vos no eras más que una partícula pluscuamperfecta,
Indiferente, indeciso, carente, cobrizo;
Nunca dábamos con la hora del lugar…
(Ni con la métrica del tiempo, o viceversa).
Nos costaba eso de ser más nácar que arena;
Más perla que microbio.
Olías esas flores de la jaqueca plutónica,
De Lot invertido y viceversa…
Yo cazaba mariposas trigonométricas
De agujeros negros y zócalo bajo.
Nos vanagloriábamos de esos meteoritos
Que nos corrían por las venas de Sol Menor;
Las Claves de Mí y tus llaves de Luna
En el pentagrama cósmico.
(A veces muy “trásgico”, a decir verdad.)
Y así seguíamos, o viceversa,
Arqueábamos la espalda al viento boreal.
Yo me perdía en tu cintura de asteroide,
Para sembrarte los verbos en la boca,
Como semillas de Big Bang.
¡Lástima que astralmente fuera invierno!
Qué pesar que tu pupila no me viera
Encaleidoscoparme ad aeternum pour toi.
Just the darkness, y
viceversa,
Estrellásticos destellos que refulgían
(Dentro de párpados de peces dorados,
Tu Madre astrofísica,
Ángel carnal).
(Porque yo brillaba menos que luciérnaga de día…
O que fósforo en incendio, o que aguja…
Entre miles de millones de infinitas agujas).
Tu otra mitad, tan desmembrado.
Tan vos, pero al revés, tan…
Tu viceversa.
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