Muerdo la manzana Celeste con los incisivos
Insistentes que degustan tus labios.
Les blanqueo los pasados a mis dientes,
Con la esperanza noble
De que nuestras sonrisas sean barcazas
Capaces de vencer cualquier océano.
Corro por los prados verdes, los altibajos
Más feéricos que sople el viento este
Hasta llegar a tu encuentro, en una esquina del claro.
Nos bendigo en el agua de la fuente
De la que brotan las ondinas generosas
Y paso por tus muslos de las algas
Que sanan las historias y los finales amargos.
Enfrentado a mí, me escucho y lloro.
No culpo, no encarcelo, no detengo, no mato.
¡No me muero!
Perdono, libero, transmuto, trasciendo.
Tras-siendo al viejo y nudoso árbol que me espera,
Acaricio su corteza cerebral de nubes llenas de vapor
Y deshago las telarañas de la luna.
Me duermo y duermo, con nanas de río
Y piedritas de colores en los párpados
Mis ocho siglos de encarnación tan descarnada.
Y, luego, tal vez, si me queda tiempo…
Bebo en un enorme tazón de Sol
Cualquier pena que ose percancearnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario