Soy dueño de mí.
Y eso es ya bastante.
Podría cubrir montañas, regar los campos, desbordar ríos...
Dejando caer gota a gota mi enferma sangre.
Soy dueño de mí y de estas novelas tristes.
Canto menos que el cántaro que se rompió en la fuente,
Que se repartió como pan.
Yo no como aire, a veces también respiro
Y sigo saltando mortalmente a mi tumba
De-bida.
Sigo saltando a todo vacío
Con los ojos bien abiertos.
Yo soy dueño de mí y de mis entierros.
También del cáncer que me carcome
Cuando ya no puedo sostenerme en mis pies.
Rasgo este vacío y mis cicatrices para hacerme una piel
Que me cubra en esta tormenta que es darme la mano.
Desnudo de otros. Desmaniatado.
Rujo lo que un estómago anoréxico,
Muerdo lo que una mentira piadosa.
Me duelo en todos los espejos y me seco en todos los diluvios
La última lágrima que me dejó esparcirme de cenizas.
No me separo de mí, de mis brazos.
Poco me quedará más que hacer un borde al pozo enceguecido de mi pecho.
Todo me puedo.
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