La apuesta.
Como elegir de qué lado
Se quiere caer
Desde un tejado de pagoda
O la cuerda suicida del trapecista.
Algunas cosas zozobran de maduras,
Se van como corroyendo por dentro,
Como friccionando a un punto doloroso.
Me gusta creer que podría sacarte una sonrisa
A bailar, contra la reja o en una rambla
Hecha por una anécdota de las que avergüenzan.
Frustrante suspiro que dejo partir,
Llevándose mis velas coloridas a un entierro
De fragatas y mermas y meriendas de trasnoche.
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Contacto con mis dioses desde aquí,
En este espacio que bordea el silencio
Y el lejano murmullo de una juventud agolpada
A los cristales de las botellas y los parabrisas.
¿Qué ha de ser de mí? ¿Qué he de hacer de mí?
Con este bastón prematuro pegado a mi palma,
¿Habrá gitana soez que sepa leer un futuro?
Plántame a un costado del camino, vida.
Con ese estoque cruel que es el desasosiego,
Llámame, amor, a la póstuma fila de espera.
Hasta que no quede ni el recuerdo de aquellas golondrinas que migraron,
Llevándose de mis ojos la absoluta promesa.
Permanecer enhiesto y mudo, a estas horas
Es un deseo relativo; un pretérito imperfecto y simple.
Con la romántica superstición de tocar madera
(Y que no sea un ataúd, ni tenga patas).
Aferrarme a un árbol, cual cinismo absurdo.
En la pequeña caja de mis sacros secretos
Aletea un triste gorrión que se ha cansado de hacer nidos.
En el trazo triangular de una duda
Donde no estoy parado, en arista alguna.
Donde todo vértice devuelve el gesto mordaz y nauseabundo
De las almenas que devienen ruinas.
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Separar el agua del aceite.
La carne del alma.
La sangre de la sangre.
Redimir en esta muerte todo lo que ha vivido
Y ya es hora de que vuelva a morir.
Cerrar las puertas, el viernes santo,
Aguantarme esta crucifixión de puro hereje
Y contemplar sin indiferencia mis estigmas.
Resucitar está tan lejos, como el lastre de las épocas.
Y sin embargo sentir que lo que se cierne
Simplemente debería ser de una forma que no es.
De un modo irrisorio que quizás nunca sea.
Transcursos de los puentes en la ciudad de los puentes.
¿Qué he de pagar para traspasar estas alcobas?
Si el carril relativo tiene sus vueltas pares a sus idas,
¿Qué hay del café, cuál será la bebida
Con la que moje mis labios en la última hora?
¿Adónde vas, con esos pasos prematuros?
Mirada que te sigue como un escolta agobiado.
Si he de saber bailar, si he de saber nadar,
Que no caiga en olvido
El tenue roce absorto de tu beso en mi labio.
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