Bombardearnos de verdad todo el camino,
Hasta ver nacer rosas en los labios.
Dejar suelta la paloma injusta del desencuentro,
Para que sus plumas abaniquen
Tu cansado viaje, tu angustioso exilio.
Cobrarte caro el nulo control sobre tu lengua,
La poca experticia de tus águilas,
El mucho candor de tu fogata,
El todo asfixiante de tu especia.
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Sangrarnos un idioma nuevo,
Sílaba a glifo, glifo a sílaba.
Ser de este punzante mundo,
Como si se tratase de la música absurda
Que obnubiló siempre tus constelaciones.
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Ahora, pequeña alegría de sentirnos
Dormidos. Mañana, la inmensa potencia
En el saber que vos sos vos,
Que yo siempre seré yo. Y quizás
De acá a unas lunas, la tormenta consabida
De los des-enlaces. Un destino
De fértil, trabajosa necesidad
De poner el cuerpo
-¡Este reflejo que somos!-
En la pura tierra.
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