El frío de un origen da su ritmo a las palabras:
Algo ajeno a las premoniciones
Bebe de mi alma como si fuese un espejo.
“Prefiero los finales tristes”, dijo la perdiz.
Secó sus plumas y se fue,
Despabilada de niebla.
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Me congracia tu susurro,
Tu pedido de clemencia,
Memoria despavorida de los nuevos amantes.
¡Olvídate de mí, nunca más te evocarán
Mis ojos. Ni en un ascensor
Te elevaré renovados votos!
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Tomo contacto con la blanca banalidad
Del mundo. Retozo en sus ideas,
Me anego en sus pardas aguas.
Temo, más que a la muerte, al obscuro
Fin de una película que antecede a nuestra
Cámara lenta.
Cámara lenta.
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