Atendeme vos, que olvidás los nombres,
Que no necesitás (¡¿Acaso deseás?!)
Un amor y un cuerpo,
Una relación florida de amapolas.
Te forjás a rauda fuerza, con ímpetu descontrolado.
Acorazado en lo que escondés, la fruta
Más fresca se amarga.
Y todo te duele tanto...
¿Podrás amar y ya?
Sin tanta guerrilla verborrágica,
Sin tanto negar como niño
La existencia de los rayos del sol
Que te dora la carita enojada.
Soltá el miedo al que te aferrás.
Desprendé de tu pecho la cómoda desgracia.
Emancipá de tu boca el desdén a lo que no entendés.
Aprendé a sacarle verdades a tus mentiras,
Silencio a tus reproches,
Paciencia a esa lozana costumbre
(¡Tan tuya!) de mermar como la luna.
Amanecé para mí tu ocaso constante
Y más absoluto. /
Para que yo pueda hablarte
De la primera estrella de los tiempos. /
¡Desnudame!
Desatá la piel que contradice al hueso
En su superficie, dependencias y libertad de marcas.
Hasta mis huesos se rasgaron como naipes de algún castillo.
¡Despabilate, proselitista de carencias!
La noche es una y mañana no estaremos
Juntos, pero estaremos
No tan solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario