miércoles, 23 de marzo de 2016

Borrón y codo nuevo.- (Megalómano Marzo 2016).-

La permanencia de algunas cosas
Duele aún más que la cosa misma.
Vela por la misma cosa, asegurándose que duela.
Como un obituario adivinado en las paredes,
Como la noche broncoaspirándose histéricamente.
Como el calambre de un náufrago en el océano.

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Alguna vez temí todo esto:
Temí, por ejemplo, que los inicios no encontraran
Sus finales por el accidente ecuánime
De un trastabillar de pianista.
Adscribí a un resignado terror cuando el hervor
De los océanos se derramó sobre mi desgastada paz,
Sobre mi taciturno trabajo.
Me fui quedando sin paciencia, sin anécdotas,
Haciendo de mi vida ese libro que se enferma
En una vieja biblioteca sin socios ni desertores.

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Ácido espectral que en el cuerpo se hunde
Como una vieja daga herrumbrosa y profana,
Quema en su camino las marcas de los desertores
Que fueron haciendo un reguero de penas, de hojas arrancadas.

A unas calles de la desolación, 
Contando las monedas para el boleto de regreso.
Sé de qué ríos estoy
De vuelta. Dónde no me sumerjo
Ni aunque la piel escueza. 

Aguardo un silencio que no llega,
Como una cicatriz perdida en el tiempo,
Resplandeciente.

Todas las heridas
Soy yo.

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