Elijo la soledad.
Donde la ternura es un perro callejero que no se admite,
O se apedrea y envenena, por perro, por callejero,
Porque nadie reclama un pellejo maltrecho.
No me voy a quedar.
Elijo la soledad.
Cuando el responsable siempre mira para otro lado,
O juega a que siempre hay culpas y -¡más siempre!- son ajenas
(Un niño que ha corrido la silla de otro que se estaba por sentar.),
No puedo ser cómplice.
Elijo la soledad.
Si la enfermedad se propaga como la lava de un volcán que bulle,
Si las curas son negadas por difíciles,
Si se ignoran voluntariamente todas las verdades,
No tengo espacio habitable.
Elijo la soledad.
Porque lo más cercano al afecto es un aporreo de cuerpos,
Porque valen mucho más las cosas que uno hace por el otro
Que las que el otro hace por uno,
Porque la carne que se presume interlocutora no quiere llegar a ser humano.
Porque así, estoy solo.
Elijo la soledad.
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