Ábrete sésamo. Ábrete cerebro.
Ábrete agónico, estático pulso.
Pulsa abiertamente, sin cesar.
¿Soy?
Esporádica huella de la sábana en noche.
Rictus iluso del santo indecente.
Sombra de la sombra de una sombra de un trueno.
¿Queda algo de dulzura para mí? ¡No me sabría!
¿Sos?
Espasmódica lágrima que enjuaga el dolor.
Penetrante mirada de tus ojos en mis ojos.
¡Las manos al pecho, hará una plegaria!
¡Tu ternura es respuesta! ¿A cuál pregunta?
¿Somos?
Con la punta ensartada en costado divino.
Atravesando de la mano el pesado desdén del tiempo.
Sólo uno es quien sabe hacia dónde van las nubes…
¿Cuándo lloverá? Ábrete Cielo.
----- Preguntas malditas -----
De tu lado, Preguntas malditas.
Me duele una rosa de un viejo rosado
Porque no aceptas mi camino
Y te ufanas en meter piedras y palos
En el hueco de mi pecho…
Como si esa podredumbre fuera a llenarme.
Ya no soporto el peso de mis cadenas,
Ni tu estúpida promesa de libertad
(Que sólo tiene de verdadera que me condenas
A muerte en vida).
Maldigo cada milímetro de tu sombra,
Maldigo cada enésima que no te quitas y que buscas
Ahorcarme. Maldigo
La falsa postura de tu cuerpo,
Que no libera, cáncer filicida.
Maldigo la máscara
Que usas como rostro, para decir que te duele mucho…
Cuando te encantaría verme subsumido
A tu costilla, a tu piel, a tu útero de nuevo.
----- El grito del emancipado -----
No sucumben mis pies al camino errabundo,
No coopta mi mano la faz atroz del designio.
¿Dónde brillará el Caos?
Donde el jinete se yerga,
Donde se transmute en agua mi avinagrado vino.
¡Oh, mujer medanosa,
Los desiertos del aloe vera te acarician!
En aquellos olvidados caminos
El zonda caló mis huesos, secretamente.
En el fondo de la copa donde se ahoga
Lo imprevisto gira
–Gira, gira, gira-
El muñón del manco,
Revolviendo la pausa de los tiempos perdidos.
Me acusaron –innobles- de inocente.
Me engañaron –por joven- los amoríos.
Tantas monedas cayeron al ánfora cristalina
Que el mar se secó, cuajado de constelaciones.
Y las raíces ecuánimes del feliz desconcierto
Vengarán sonoras los aplaudidos mareos.
Flor salitre del Sena, caldén crepuscular;
Ónice donde se desgarraría el vientre siempreverde
De este burdo homínido que no camina sobre sus piernas.
¡Oh, Madre! ¡Oh, Locura! ¡Oh, dichoso Destino!
Mis mejillas esconderé de tus lágrimas…
Sólo al regreso del norte, cuando la tierra me invoque,
Desataré mi espalda –tal vez- en tus fauces.
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