Neblina reincidente, sin ánimos de irse;
Nervaduras cansinas, estirándose hasta romperse.
Faltas, excesos, tremebundeces. Nieve.
No importa dónde, ya lo sabemos:
Ser no necesita lugar.
Pero en estos papeles se ventilan funerales,
Se invitan las reyertas, los suicidios, los automatismos.
Estos papeles tan grises que no sirven de cobijo
Entre tanta nieve que nos acaricia, palideciéndonos
Hasta el esqueleto.
Siempre me dolió quedarme donde no puedo
Hacerme hogar. Donde las miradas jamás se encuentran
A sí mismas, volcadas al piso como un cubo de desechos.
Y tanta nieve, tantísima nieve.
Sólo se puede dormir las siestas de las hipotermias,
Del vodka barato, de las pesadillas expectantes
Aún más amigables que el despertar, que la nieve renovada.
Tantos folletos del futuro que jamás llegará,
Tantas burocracias para cosechar el trigo que adeudamos.
Incluso algunas citas a las cuales
Ya ni puedo posponer con excusas sobre mi salud.
Marasmo de papeles, sin poder dibujarles flores, sin que esté
Permitida la vida, sin que la vida misma acepte el estar
Permitiéndose ser otra.
Un constante, críptico, intransigente
Rechazo. Y la nieve, acumulándose a malos presagios,
Traspasándome como un estornudo frío, como una cuchillada
Que me revienta contra cualquier verdad.
Soy un convidado más a esta debacle de olvidos.
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