Han sacado el espejo antes de que el jarrón
Se duplicara. Ahora su reflejo,
Perdido en los confines de otro espacio-
Como el nuestro, pero que no nos (so/im)porta-,
Se estrella contra alguna pared,
Se empareda contra alguna estrella,
Se hace la flor que a sí misma se contiene
Eternamente marchitándose en terracota.
Mientras tanto, aquel jarrón original,
Despojado de su hermano gemelo,
Se enamora de su rostro en la nada
Para eternizarse
Perdiéndose a sí mismo.
¡Ay, estás tan hueco,
Como todos los objetos del mundo!
Ya ni logro alucinarte en mi sed, entre mis manos
Como una naranja madura estallándome, goteándome
De vida las mejillas grisáceas.
¿Se ha extinguido la vela que fomentaba los incendios?
¿Nos quedará más que saltar como marionetas
Hasta unir nuestra mollera y los tobillos
Del otro que vive bajo nuestros pies?
Como si el pesado daguerrotipo de nuestro amor
Se hubiera llevado nuestros mejores perfiles,
Vamos por las avenidas o mutismos concéntricos
Llevándonos las manos sucias al rostro que no tenemos,
Al sentimiento que no tenemos.
Dejá que el agua revuelta repose y vas a ver
En el fondo turbio los cristales rotos de tus diluvios universales.
Si algo hay que perder, ¿qué hago aún aquí?
Vos te vas acercando a ver, candilejo,
Si es que en la sima de las cosas
Estoy vivo.
Y lo estoy,
Si te acercás lo suficiente.
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