Convar las esquinas de nuestros triángulos hasta darnos
Contra las muescas de tu pared.
Aprendernos de memoria las cicatrices de lo que es
Y no ya no es tu cuerpo.
Perseguirnos por el estampado de luces y texturas,
Dando el salto mortal ante la caricatura de tus sorpresas.
Darle aire al pulmón redentor que se nos queda tambaleando, aferrado a la pelusa
Y las manchas delatoras de tanto exceso perpetrado.
Mirarte con los ojos huérfanos de mi ternura, hasta congraciarnos
En cada sadismo de mis bestias, ya sin jaulas.
Envolver los desvelos que acumulamos en vano, los litros
De sal uránica floreando tus perfumes.
Pintarnos el fresco que dejaste secándose en la intemperie
Hasta mojarnos el refugio y el almanaque.
Emanciparme esa sensación de arañas acariciándome
Mientras bebo y no te escribo. Silenciarnos
Las balas que aún no he acertado (y las que sí acertaste vos).
Atravesar la puerta que me exigiste dejar cerrada
Y luego abriste de golpe.
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