Como un gran ojo, se abre toda tu figura y devora la luna.
Pueblos elegidos por el olvido, sembrados al azar
De cualquier habitación de hotel
Y a los síndromes de túneles carpianos.
Ay de los tatarabuelos del pelo, la pluma y la escama.
Ay de tu sangre caliente empapando la siesta como un sol.
Así, quizás logremos ser nuestros y (de) nadie
Escriba nuestro nombre en una lista de materiales inflamables.
Coleccionistas de piedras dolosas, de miércoles
De ceniza y sendos ramos de durazneros;
Esta conjuración nos salvará de traslucir
El tiempo, del fornicio de los motivos y otras lógicas.
Me lo han dicho las vísceras de tu tierra,
Las pisadas en tus gallinas, habrá algo
Después de esta reverberación.
Cómeme como si también yo fuera un astro.
Cáscaras vacías donde lo eterno flota
Y se perpetúa, como crímenes. Aquí,
En el pleno labio, la migaja de un gorrión alicortado.
Claroscuros milenarios, impacientes, provocativos
De derrames de espíritus vaporosos. Ahogar
Los sonidos que emergen de las memorias,
Que anquilosan las noches y prorrumpen
Como espeso humo de tabaco,
Reavivando tantos miedos infantiles.
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