Pensar.
Cualquier. Rincón. Puede.
Destruirse.
Sin yerba.
Lamerle los
dedos a la nervadura.
Cuando se rompió
el reloj
Y se cayó
la arena,
No había
agua debajo del mar.
Sé que no
era soñar por partida
Doble de
ajedrez,
Alfil de
espejo.
Los
ángeles, quieran.
Con fuerza
del deseo, movilizante de orillas
Y mares.
Los
ángeles, quieran, quieran los ángeles.
Que tu
voluntad resucite,
Que el
carnaval te ampare,
Que te
sacuda
El fuego
que enciende al rey
E incinera
los mundos vecinos.
¡Aventúrate
a vivir, te ordeno!
¡Procede a
dar dedos contra teclas y hacer piano!
¿Qué no
ves?
¡Ciego de
nariz!
¡Sin
respirar los oráculos!
Cubierta de
una raída manta va tu fe,
Descalza.
Cambió su
vestido de oro
Por tu
entierro de cenizas.
Linaje
puro, era nacida.
Pescada con
sedal de plata,
Sujeta con
las redes del rubí,
Sedada,
cayó a tus pies.
Primero le
prometió la virgen.
“Desprenden
estas letras
Congoja de
jilguero en llamas.”
No permitas
que se desgaste la vacía
Partida
consagrada a los altares del siniestro.
En el
silencio más fúnebre
De tus
negros pensamientos lapidarios,
Dale
entierro a este plumaje,
Negro
también, como el melancólico murmullo
Que,
corriente abajo, se apaga en el río.
Desestimamos
y apostamos.
Doble a la
nada. Todo a la torre.
Difundirse
de caballos,
Golpeándonos
los reflejos arácnidos.
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