Volverán
las golondrinas de la luz
A los
cuarenta y tantos años
De graznarte
ocasos en las cutículas:
Ocasiones
para dedicarte un vals
O un
ruiseñor sin venas, encadenado
Al brillo
opaco de un cristal
Todo
despedazado en sangre ensalmada.
Tomó una
copa, tomó un taxi,
Tomó
decisiones, tomó la mano de su hija,
Tomó el
camino más largo…
Tomó atómicos
tomos enciclopédicos.
Había
destruido el hambre.
Hombres y
hembras se revolcaban
En el
jardín lumbar de las espinas.
Atrás, en
el diván de la musaraña,
Se
recostaba Hidra a dormitar.
Velorios
privativos de mortaja.
Siempre el
llanto ajeno le desgarraba
Las
gargantas próceres, los latidos quejumbrosos.
El bebé
ilusorio de sus juegos infantiles
Preludía
los actos más soberbios del delirio:
Prestidigistaciones
(y otras palabras complejas).
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