miércoles, 1 de agosto de 2012

Oxígeno III.



Hace once años que partiste.
Nadie toca ese laúd pintado de rojo
(…)
Ni la más severa disciplina logró dispersar la niebla de la mañana,
que conservo en el hueco de mi mano.

Yang Ch'eng. Dinastía T'ang.

(Me falta el aire, un recuerdo me retiene.)

Tantas noches acarrean volátiles lunas:
Como la que me fulmina desde arriba,
Esta hora sin tu cuerpo a mi lado.
Lacerante, tan soberbia,
Al no-beso nos castiga;
A una distancia infranqueable,
De físicos (¡jamás de seres!)

Suben las sombras del humo
Como huestes desde el fuego:
Empañan mi cielo de tus ojos
Con la tenacidad espinosa de la memoria.
Pero crecen tus manos de sauce
Para tocar mi laúd añejo;
Resucita tu rama verdosa
Sobre las cuerdas de mi pecho.

Al nombrarte, se parte el cielo
En dos perfectas mitades de naranja.
Y ese no-beso, beso que no me llega
(De vos),
Con esos labios tan de golpe
Y estocada.
Que me saca del empeño
¡Cruel, insomne, que pretende desterrar
Todos los sueños!

Se han lavado mis culpas,
Ya ves, también algunas penas, y lágrimas;
No las sábanas donde dormimos
Hace ya… ¿Once días?
Duérmeme, de una vez,
De puro labio:
Tu aliento soplará la niebla
De mis demonios del eterno orden,
Como si tu mano de pequeño niño
Jugara entre mis dedos.

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