Resuenan nuestros
pasos sobre el puente,
Pasos de
niños que corren,
Tomados de
la mano.
Parados en
la esquina lluviosa
De nuestro
abrazo profundo,
De tiempos
detenidos.
Te miro
mientras te vas a tu ciudad.
Saboreo los
últimos segundos de tu presencia.
Cada beso
en la playa de tus labios,
En penínsulas
de tus mejillas,
Sobre el
golfo de tu cuello.
Nada más
que sentirte de vuelta,
Como sube
la marea, precipitarte en mí.
Tu dedo,
trepándose por mis pies,
Lentamente,
súbito, impredecible,
Como
millones de destellos
Dentro de
mis ojos vendados;
Contorsionándome
en colores brillantes.
Arropado en
el claroscuro de tu pecho,
Aferrándote
al latir de mi inconsciencia,
Con el
tambor subcutáneo, torácico,
Dedicándote
su melodía somnolienta.
Quizás,
decirte que te amo.
Los olores
se entremezclan en mis manos;
En las
tuyas hay pan y leche, y vino y sal.
En lo
profundo de vos,
Nuestro
alegre terremoto.
Sonrió al
cielo de tus ojos, a tu inquisitiva mirada.
Por fin, iluminados
por la Supernova.
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