miércoles, 8 de enero de 2014

Confesor - 08/01/2014.-

Confesor, ante usted, mi alma y cuerpo:
Ambos desnudos, gastados, un tanto heridos.
La flama no se me extingue, confesor.
La luz esencial se perpetua.
El árbol que soy toma fuerzas del subsuelo,
Confesor, mi señor, por favor...
Las palabras se suceden como un cambio de plumaje.
La sangre bulle, confesor, soy de sangre caliente.
Y el gélido invierno que me aqueja de a ratos,
Señor, espero, su verano lo deshiele.

Cada tanto la mariposa negra del dolor
Se posa en mis párpados a desvelarme,
No creo quiera verla, pero por si acaso sirviese
Para que se vaya lejos,
Con su cargamento de penas...
Ante usted no titubeo, mi señor confesor,
Ante usted yace inerme el león del desierto.

Con un pie a su rumbo, confesor,
(Y el otro dejando un antiguo compás),
Le hablo desde el timbal
Que es mi pecho en su oído.
Los destinos de antaño, el vino-vinagre,
El pan carcomido de mis viudos...
(Porque cada abandono es un re-suscitar)
Va siendo hora de darlos por absueltos.

El lavaje de agonías, 
De rostros, de estómagos,
De furores opacos, de tristezas prestadas...
Acontece entre nuestras manos, mi señor, con el cauce
De una tormenta tibia estallando en campo.
Mientras, carne a carne,
Sueño a sueño,
Nos miramos al Cielo, irradiándonos de estrellas.
Yo en Usted, Usted en mí,
Cada día más libres.

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