Luna estival, pesadísima.
Atmósfera de mar sobre mi (c)alma.
Desde el umbral del dolor,
Ver cómo todo se derrumba, hacinado por los (d)años.
Piedras funerarias ador(n)ándome el pecho,
Trazando sus pésames y sus buenos recuerdos.
No puede elevarse el vendaval de mi garganta
Para romper -¡furiosamente!-
El conjuro, las palabras
¿Cómo era...?
Se me han sublevado.
El aire no circula aquí, entre estos muros,
Motines de oxígeno,
Exilios, despedidas, sopa de lata.
Pañuelos demasiado lejanos como para contener
La tos sanguinolienta de mi espera.
¿Lloverá?
Lluvia, por fin. Lenta, perezosa,
Golpeando los cristales de las ventanas
Con una cadencia triste;
Cuajándose sobre los adoquines
Como quien busca muerte segura.
Gotas, ceñidas a la noche,
Oscurecen y no refrescan
La tierra donde se derraman.
No planten en esta tierra, está maldita…
El aguacero puede destrozar el infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario