Ahorcada en un árbol, mirándome pasar.
Los pasos en donde nos cruzamos para desmentirnos,
Los pesos que tragamos para liberarnos,
Los pisos para el baile o el amor de espaldas anchas.
Y más allá el abismo
Con aquella cinta roja de tu muñeca ondulando el viento.
Barro de mis pies, háganme camino.
Inerme ante el rapaz disparo coincidente,
Vos, que te aprendiste mis trucos, enviudame las barajas.
Puertas que se abren al sonido,
Rostros marcados por las fotografías del impávido reloj,
El truculento avance cargando quienes somos,
Como una cinta roja que enraiza el árbol al precipicio.
Hazte de mí un desgarro, palpándome
En la pernera mi suerte luenga y erizada de caballo
Asustado.
Aspírame como al polvo del sorgo, como al grano de maíz
Emancipado, afuera del arado de la memoria.
Secuaces y víctimas de nuestros mejores silencios,
Juzgados por nuestros pactos con el espejo,
Atados a las ramas desnudas que arañan el cielo,
Suspendidos en las concesiones, en los plazos, en las estamplillas,
En el viento ondeado por tu cinta abandonada.
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