Causación de salivas, de roces, claridad familiar
De los ojos bien cerrados. En mis manos tu cuello soltándose;
En tus manos, revueltos mis deseos.
Picas de una baraja de naipes que no se gasta, divergimos para hallarnos
En el mismo abrazo que nos amalgama, corazón, ese azahar entrecortado
A suspiros, que no para de florecer y poblar todas mis praderas.
Tu pecho, pequeño alhajero de mis esperanzas,
Donde mi tacto eligió sentar cabeza. Guirnalda de fulgores
En los besos que disparas, atravesándome -feliz asedio- todos mis flancos.
Vara que a tu voz se torna en fuego, zarza que a mi lengua emana su agua,
Fantasmas huyendo a tropel cuando mis cosquillas
Desatan la carcajada que encuartelas, ese límpido y más brillante ángel.
Sin que me apabulle el segundo que se va,
Trazo un laberinto de cigarra sobre tu espalda, mientras mis latidos
Hacia vos no paran de rodar, canicas tibias susurrándote "aquí me quedo".
Allá los platos llenos esperándonos, las guerras por planificar...
¡Pero sabemos que sólo el amor vale!
Plenitud de breves instantes, quizás sólo así ha de ser plena.
Rezamos nuestros leves ¡profundísimos! gemidos
Y saldamos una cuenta de caricias postergadas,
Ofrecemos la merienda al pequeño círculo que somos,
Me sostienes, te sostengo. Soy más mío y, así, soy más tuyo.
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